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Filosofía para todos

El enfoque utilitarista de J.S. Mill al modo del Tractatus

El enfoque utilitarista de J.S. Mill al modo del Tractatus

John Stuart Mill (Londres, 1806 – Avignon, 1873)

Obras fundamentalesBentham (1838), Sistema de la lógica(1843), Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política (1844),  Principios de economía política (1848),Sobre la libertad (1859),  Pensamientos sobre la reforma parlamentaria (1859), Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861), Utilitarismo (1863), El sometimiento de las mujeres (1869), Autobiografía (1873). Igualmente, son destacables tres escritos aparecidos póstumamente en 1874: La NaturalezaLa utilidad de la religión  y Teísmo.

 

  1. Todo conocimiento comienza a partir de la experiencia. Ésta constituye el origen y el límite de todo lo que podemos llegar a conocer (afirmación empirista)

1.1.       Aquello que queda fuera de los márgenes de la experiencia sensible obedece al ámbito de lo metafísico. Lo metafísico, por tanto, no puede ser conocido.

1.2.       Acerca de lo metafísico sólo podemos realizar especulaciones. El ser humano puede satisfacerse elucubrando sobre qué puede haber al margen de lo experienciable, e incluso encontrar en dicho ejercicio sosiego o consuelo a sus preocupaciones existenciales.

1.2.1.          Es imposible demostrar nada acerca de qué especulaciones son acertadas y cuáles no.

1.2.2.          Debemos tratar de usar la razón para no buscar en el ámbito de lo metafísico las causas que puedan explicar los fenómenos que percibimos.

1.2.3.          Siempre que sea posible debemos apelar a causas naturales en lugar de referirnos a causas sobrenaturales. En ello consiste el despliegue de la racionalidad. 

1.3.       La ciencia trata de determinar las causas de los fenómenos, atendiendo a una metodología determinada.

1.3.1.          La Lógica es la teoría de la demostración. La demostración científica se realiza a través de la inducción.

1.3.1.1.      La deducción siempre necesita apoyarse en un razonamiento inductivo. Al partir siempre de una premisa universal, el único modo de justificar dicha premisa es mediante la inducción.

1.3.1.2.      “Todos los hombres son mortales. Sócrates es hombre. Por tanto, Sócrates es mortal.” Es claro que, dado que la validez de la conclusión únicamente queda garantizada si las premisas son ciertas, no podemos saber que la premisa mayor es cierta a menos que ya sepamos la veracidad de la conclusión. Así pues, la deducción permite ordenar el conocimiento, pero no crea conocimientos nuevos.

1.3.1.3.      La inducción, para efectuarse de modo riguroso y científico, debe atender a una serie de principios, para evitar la precipitación de una generalización indebida. Por ello debe basarse no tanto en la observación como en la experimentación, que a base de aislar variables, es capaz de determinar la causa más probable de los fenómenos que estudiamos.

1.3.1.4.      Por más que seamos plenamente cuidadosos a la hora de atender a las reglas que legitiman la práctica de la inducción, nunca podemos estar completamente seguros de nuestras inferencias (aceptación de la crítica a la causalidad como conexión necesaria efectuada por Hume).

1.3.2.          Todas las ciencias, tanto las ciencias empíricas como las ciencias formales, son inductivas. Los enunciados matemáticos son verdaderos en la medida en que responden adecuadamente a nuestras observaciones particulares.

1.3.2.1.      El juicio “2+2=4” expresa la constante observada hasta ahora de que cuando juntamos dos manzanas y dos manzanas tenemos ante nosotros cuatro manzanas; dos libros y dos libros cuatro libros, etcétera.

1.3.2.2.      Lo mismo puede aplicarse al principio de no-contradicción y el resto de enunciados de la lógica.

1.3.2.3.      Atendiendo al problema de la inducción, hay que aceptar la no posibilidad de una demostración absoluta de ningún enunciado científico. No podemos conocer verdades necesarias, por lo que hemos de permanecer abiertos a la permanente revisión y cuestionamiento de nuestras teorías de todo tipo, incluidas las del ámbito científico.

2.La ciencia se constituye como la forma de conocimiento más elevado que ha creado el espíritu humano.

2.1.       Matemáticas, Física, Química y Biología alcanzaron ya dicha condición.

2.2.       En la primera mitad del siglo XIX estamos viviendo el nacimiento de nuevas ciencias, cuyo objeto de estudio ya no es la Naturaleza, sino el propio Hombre.

2.3.       Auguste Comte elevó la Sociología a categoría científica, mientras que pensadores como Adam Smith, Thomas R. Malthus o David Ricardo, hicieron lo propio con la Economía.

2.3.1.          Dado su reciente status de ciencia, cabe entender que en las ciencias del hombre y la sociedad hay un gran terreno por explorar.

2.3.2.          Dicha exploración debe efectuarse siguiendo los mismos principios que animan el resto de disciplinas científicas. El estudio del hombre y la sociedad debe obedecer al positivismo inductivista propio de toda ciencia.

2.4.       El ánimo que nos lleva a investigar en el ámbito de lo humano y lo social es el de adquirir conocimiento para contribuir a su mejora.

2.4.1.          Como dice Aristóteles en su Ética a Nicómaco, no queremos saber qué es el bien por una mera curiosidad, sino que deseamos saber en qué consiste para practicarlo. De la misma manera, las Ciencias Morales tratan de conocer mejor todo lo referente al hombre tanto individual como colectivamente considerado, no con la finalidad de reducir al hombre a un objeto de estudio, sino para promover aquellas medidas que contribuyan a la mejora de la sociedad.

2.4.2.          Para mejorar la sociedad hemos de examinar qué hace que las personas se sientan bien y qué hace que lo pasen mal.

3. Para el ser humano, vivir experiencias placenteras supone un bien, y vivir experiencias dolorosas implica un mal.

3.1.       Que el placer es vivenciado como algo bueno y que nos aporta felicidad es algo intrínseco a nuestra propia naturaleza e inclinación natural, de modo que no requiere justificación.

3.2.       Como decía Epicuro, si bien todo placer es bueno y todo dolor es malo, eso no significa que todo placer deba ser buscado y todo dolor deba ser rechazado. La actitud sabia es aquella que sabe discernir cómo actuar en cada caso.

3.3.       Bentham presentó siete ítems que permitían calcular la felicidad que podía aportar el gozar de un placer determinado: intensidad, duración, probabilidad de experimentarlo, proximidad de su consecución, fecundidad (probabilidad de generar más placeres), pureza (probabilidad de no generar dolores) y extensión (número de personas afectadas). No obstante, se olvidó de distinguir los placeres atendiendo además a sus diferenciascualitativas, y no meramente cuantitativas.

3.4.       Hay placeres vinculados al goce de las demandas del cuerpo, y placeres asociados a la satisfacción de necesidades propias del espíritu (intelecto y sentimiento).

3.5.       A la hora de comparar, dados dos placeres, cuál de ellos otorga una mayor felicidad, deberemos contar preferentemente con la opinión de los expertos. Llamo “expertos” en este contexto a aquellos que han probado ambos y pueden testificar al respecto. (Como el empirismo está en contra de todo apriorismo, el único modo de progresar en el conocimiento es apoyarse en la experiencia).

3.5.1.          El resultado de la consulta a los expertos acerca de qué clase de placeres son de mayor calidad, muestra que hay unanimidad en asignar mayor valor a los placeres que satisfacen aquello que hay en nosotros que nos hace específicamente humanos, esto es, nuestra inteligencia y sentimientos más nobles.

3.5.2.          A partir de cierta satisfacción de nuestras necesidades físicas, el modo de poder ser más felices consiste en el desarrollo de nuestras facultades humanas superiores. Por ello más vale ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo feliz.

3.5.3.          El ser humano no puede ser plenamente feliz si no cultiva sus capacidades intelectuales y despierta su sensibilidad artística y sentimentalidad más noble, pues ellas definen su propio ser.

3.5.3.1.      La educación es fundamental para activar el interés de la persona por ejercitarse en dicho cultivo.

3.5.3.2.      La falta de educación lo condena a vivir una vida rebajada a una condición más próxima al animal.

4. El hombre es un ser social. Sólo puede educarse y desarrollar plenamente sus potencialidades viviendo en sociedad.

4.1.       Si bien cabe rechazar todas las teorías contractualistas acerca del origen del Estado, pues nada bueno se deriva de suponer un pacto entre individuo y Estado, todo ciudadano debe asumir que el mero hecho de vivir junto a otros implica el establecimiento de una serie de derechos y deberes.

4.2.       El ciudadano recibe una serie de ventajas por vivir en sociedad: protección policial, iluminación nocturna, etc. Por tanto, es justo que se solicite por parte de la misma que éste contribuya a su buen funcionamiento.

4.2.1.          La exigencia ética que se deriva del hecho de vivir en sociedad se concreta en la obligación moral de que el ciudadano deba orientar sus actuaciones con la finalidad de promover el bien común.

4.2.2.          No obstante, cabe distinguir el ámbito de la moralidad del ámbito de la legalidad. El Estado debe reconocer la libertad individual como un derecho fundamental del ser humano.

4.2.2.1.      El derecho a la libertad de expresión debe ser contemplado como uno de los derechos más básicos del hombre. Incluso cuando lo que alguien opine nos parezca absolutamente fuera de lugar, debemos defender su derecho a expresar libremente su punto de vista, y tomaremos su aportación como una oportunidad para ejercitarnos en la presentación de argumentos en contra. Solamente deberá limitarse dicho derecho cuando se utilice para solicitar que se haga daño físicamente a alguien que no ha cometido delito alguno.

4.2.2.2.      El Estado deberá respetar el principio de indemnidad: no podrá impedir que una persona pueda hacer lo que desee, a menos que esté en peligro la integridad de otra, pues en ese caso el primero abusaría de su uso de la libertad en detrimento del derecho a la libertad del segundo.

4.2.2.3.      El Estado no podrá intervenir en el caso de que la conducta que un ciudadano vaya a realizar le perjudique directamente sólo a él mismo.

4.2.2.4.      El Estado no puede imponerme mi propia salud. Si yo deseo embriagarme, soy libre para hacerlo (salvo en el caso, por ejemplo, de que sea médico y me disponga a operar a un paciente). Si mis hábitos poco saludables provocan que no cumpla con mis obligaciones, deberé ser sancionado por ello, pero no antes.

4.2.2.5.      En la sociedad, podemos distinguir cuatro tipos de sanciones: las producidas por causas naturales, las impuestas por las leyes, las que provienen del trato con los otros y las que derivan de un código religioso.

4.2.2.6.      El legislador tiene en sus manos establecer sanciones políticas que establezcan las penas que han de incumplir los infractores de las normas de convivencia.

4.2.2.7.      Las sanciones morales implican que los demás nos traten de forma diferente en función de cuál sea nuestro comportamiento.

4.2.2.8.      Es perfectamente justo y oportuno responder a las personas de manera distinta según actúen, pues de este modo las sanciones morales contribuyen a que los ciudadanos desarrollen su educación moral y aprendan de las consecuencias de sus actos.

4.3.       El ordenamiento de la sociedad por parte del Estado siempre impone al ciudadano una cierta restricción de su libertad individual, a la vez que le otorga ciertas ventajas. El Estado se constituye pues como un mal necesario.

4.3.1.          El Estado deberá no intervenir en exceso en el orden social, para no despertar en los ciudadanos la sensación de una excesiva falta de libertad a causa de un control exagerado de sus vidas.

4.3.2.          El Estado deberá inspirarse en los principios del liberalismo económico, no interfiriendo por tanto en el desarrollo de la economía de mercado salvo en situaciones muy determinadas.

4.3.2.1.      Si bien podemos confiar en general en la teoría de la “mano invisible” de Adam Smith, dado que el Estado debe cumplir una función social, éste deberá intervenir en aquellos casos extremos en los que algún colectivo se esté viendo gravemente perjudicado por la lógica mercantilista.

4.3.3.          Dado que la historia nos enseña que el poder tiende a corromper a los que lo poseen, dentro de las distintas formas de gobierno la preferible es aquella que cede el mando del Estado a un Parlamento cuyos representantes son elegidos de forma democrática.

4.3.3.1.      La democracia no debe convertirse en la dictadura de la mayoría. Así pues, deberá buscar el bien común, respetando los derechos de las minorías.

4.3.3.2.      La democracia deberá incorporar el voto femenino y reconocer a todos los niveles la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

5. El positivismo moral debe tomar la forma de un hedonismo social.

5.1.       El hedonismo social se interpreta según el Principio de Utilidad o de la Máxima Felicidad.

5.1.1.          Se consideran correctas aquellas conductas que se orientan según normas de conducta acordes con la búsqueda de la felicidad para el mayor número de personas posible (Utilitarismo de la norma).

5.1.2.          A diferencia de la ética kantiana, que juzga la moralidad según la observancia del imperativo categórico (ética del deber), el utilitarismo se inspira en principios éticos pero reconoce como última autoridad para el juicio moral la felicidad que emana de la acción.

5.1.2.1.      De este modo, si en un determinado caso la persona descubre que es preferible saltarse un principio ético (por ejemplo, ser sincero), y decide mentir, a causa de que entiende que de ese modo contribuye a generar más felicidad que en el caso de decir la verdad, entonces lo correcto será mentir.

5.1.2.2.      Ciertamente, existe el riesgo de que haya personas que quieran ver constantemente situaciones de excepcionalidad en su vida cotidiana, con la finalidad de justificar su reiterada falta de observancia de los principios éticos reconocidos por todos como favorecedores de la promoción del bien común. En ese caso sólo podemos decir que la persona actúa de mala fe.

5.2.       Qué principios son los que mejor promueven la mayor felicidad para el mayor número es algo que descubrimos a través de un estudio exhaustivo de la historia humana y la comparación entre distintas formas de cultura y sociedad.

5.2.1.          Existen principios éticos comunes a sociedades de distintos lugares y distintas épocas, que han revelado reiteradamente su favorable utilidad y contribución al bien común.

5.2.2.           El positivismo moral utilitarista defiende un hedonismo social que, a partir de un enfoque científico, se inspira en la defensa de dichos principios para promover la creación de una Legislación que tenga una legitimación científica.

5.3.       La Ciencia Moral ha de servir como fundamento de la Legislación que ordene la vida en sociedad (y que deberá ir siendo mejorada y ampliada con el paso del tiempo).

5.3.1.          Es la Legislación la que regula en el marco del Estado qué se puede hacer y qué no, qué es correcto y qué no lo es.

5.3.2.          El intento de fundamentar la distinción entre bien y mal atendiendo al deber nos hace caer en un dogmatismo de la norma.

5.3.3.          La fundamentación moral basada en el orden religioso, que establece que es un determinado Dios el que fija qué son el bien y el mal, nos devuelve al ámbito metafísico y especulativo, en el que ya hemos dicho que no hay demostración posible.

5.3.4.          El Estado respetará todas las opciones metafísicas y religiosas de sus ciudadanos, siempre que se respeten las libertades. Cada uno podrá defender su opción religiosa mientras ello no coarte la libertad de los demás.

5.3.5.          El Estado tiene que legislar para todos. De este modo, los principios éticos en los que se inspiren sus leyes deberán ser principios orientados según el Principio de Utilidad, y no según el conjunto de dogmas propio de ninguna opción religiosa determinada.

6. El ser humano, para despertar un sentimiento acorde con la práctica del hedonismo social, ha de ser educado de manera que se promuevan en él determinados valores de orden altruista.

6.1.       Si bien es discutible afirmar con Hobbes aquello de que el hombre es un ser egoísta por naturaleza, lo que es cierto es que parece claro que los hombres buscan primeramente su propio placer y sólo secundariamente se preocupan por el placer de sus semejantes.

6.2.       Sin embargo, un cálculo interesado acerca de la conveniencia de actuar de un modo o de otro, tiende a enseñar al individuo que conseguirá satisfacer sus propios deseos más probablemente si decide colaborar con los demás.

6.2.1.          Aparece entonces el despertar de una conciencia moral imperfecta, elemental, que se dispone a la práctica de las distintas virtudes (honradez, honestidad, sinceridad…) sólo porque éstas aportan ventajas al sujeto. El individuo emplea la práctica de la virtud como un medio o instrumento para obtener placer.

6.3.       La persona alcanza su madurez moral en el momento en que es capaz de desarrollar sentimientos nobles hacia sus conciudadanos, hasta el punto que ahora la misma práctica de aquellas virtudes ya es suficiente para que éste sea feliz, pues advierte que dicha práctica promueve el mayor bien para el mayor número, y ello, en sí mismo, ya es motivo de goce y satisfacción personal.

6.4.       La nobleza de espíritu que se alcanza en la plena realización personal es algo que pocas personas logran en la actualidad. Cabe esperar que la humanidad sepa encaminar sus pasos hacia una sociedad donde se conviertan en mayoría.

6.5.       La educación es la puerta que abre dicha posibilidad. El fomento de la creatividad artística y la curiosidad por la investigación científica deben ser la filosofía de la educación de unas nuevas generaciones abiertas a ver la diversidad como una riqueza, en lugar de como una amenaza.

7. Estamos todos invitados a tratar de hacer de nuestra vida una obra de arte. Pero al aplicar el Principio de Utilidad como criterio para juzgar la moralidad de nuestros actos, debemos recordar que nosotros mismos sólo contamos como “uno”.

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