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Filosofía para todos

Identidad

Identidad

   ¿Y tú me preguntas quién soy? ¿Es que aún no lo sabes? ¿Quién soy me dices? Tú lo has querido: te lo voy a decir. Aunque no garantizo que te vaya a gustar. Vaya, no creo. O sí, nunca se sabe. Vaya uno a saber. Bueno, a lo que íbamos, que quién soy. Soy..., bien, si te digo mi nombre no te digo nada, ¿verdad? Al fin y al cabo, ya lo conoces. Pero tú me preguntas más, tú te refieres a otra cosa. A quién soy de verdad.  Porque también sabes mi trabajo, y dónde vivo, y mis gustos (algunos), y mis neuras (muchas), y virtudes (¿?). Todo eso ya lo sabes. Y, no obstante, mantienes tu interrogación. ¿Quién soy? Pues allá voy...   

Yo soy la piedra que camina en tu zapato. Eso es. Pero no sólo eso, claro. Pues soy también la tapicería de tu nuevo coche. Y la sombra del sauce que te cobija y el que duerme en tu armario. Soy... Soy tu martes y trece y tu ristra de ajos. Todo eso soy, y más. Porque igualmente soy tus empastes de muela. Y soy de nuevo yo la herida que te escuece y la mercromina que la pinta. Y el guardián de tus miedos, espada de tu memoria. Soy esas burbujas que se deslizan por el vino espumoso de tu sonrisa, aunque también el collar que te sirve de soga.   

Y soy el sonido de tus pasos por casa cuando vas al lavabo a medianoche. Soy tu siete y medio cuando ya ha salido otro... y aquel cuadro del comedor que nunca ves recto. También soy el carmín con que pintas tus labios las noches de fiesta en las que regresas bien sola. Soy el hielo que se derrite en tu vaso bajo el calor de los dedos que lo arropan. Y la rata que persigue tu queso como pez que se engancha a su anzuelo. Y el pelo que depilas y el sudor de tus sueños mojados. Habito en el pañuelo con que los secas, y me escondo en el perfume que te acaban de regalar y que ya tenías.    

Soy el puente que separa. Soy la daga que une a la víctima con su asesino. Y el zumbido de una mosca de verano y la morsa que te mira enamorada. Y aún soy más, mucho más. Infinitamente más, qué pensabas, y realmente... tan poca cosa. Soy el parche pirata que decora tu ojo. Sonajero de tu infancia soy yo. Y también la cruz de tu moneda de dos caras, el faro de tus noches diurnas y el farol de tus timbas de póker. Soy la lluvia de tus días de playa. Soy el pez que te muerde la cola y la esperanza que no tiene sentido. El verso que refresca tu boca, el taxi que te lleva al desierto. Soy tu hora de entrada al trabajo y el óleo de tus acuarelas. Tus pies cuando bailas cansada y tu lengua quemada por la sopa caliente. Y soy el hacha que corta tus uñas, las medias que abrigan tus muslos y la tinta que escribe en tu diario.       

Soy el Sol que te pone morena y la Luna que espía en tus sueños. Soy tus nervios los días de examen. Soy los ojos que devuelve tu espejo y la espuma de tus baños calientes. Vivo en las voces que te silban melodías militares, mientras tocas con tus dedos delicados los platillos de una vida que adivinas. Soy un beso en tu mejilla, tu cadillac solitario, tu móvil sin batería, tu mar de dudas, tu pasta de dientes y tu cuenta más corriente. Soy tus ganas de rascarte cuando llevas gruesos guantes. Y el martillo con que te golpeas cuando cuelgas un cuadro. Soy el veneno de tus halagos y la arena del reloj de tu dolor. Soy el tatuaje camuflado bajo la planta de tus pies. También soy el vaso que se moja en tus labios mientras bebes de sus entrañas.    

Soy el marco de tus fotos, ventana del cuarto trastero. Soy el tornillo que te falta: la locura de tu razón y la razón de tu locura. Tus contraindicaciones, tu prohibido aparcar, tus discos de vinilo. Soy la rabia de tus celos y el aroma del café con que despides tus comidas. Tus volteretas, bostezos y muecas.    

¿Quién soy? Ni más ni menos que tú misma puesta del revés y pasada por el microondas del absurdo, después de haberte desnudado de las mentiras piadosas. Soy tu colección de caretas y muestrario de recetas disfraz de tu uniforme. Soy la causa de tu azar, vestido de tus capichosas risas. Soy tú misma cuando lees entre líneas. Soy tú cuando esperas tu turno en la cola del cine de una película muda y que no te dice nada. Soy tú también cuando añoras lo que sabes que nunca pasó. Ni pasará. Y soy tú igualmente cuando miras en tu corazón los copos de un verano caluroso que heló tu sangre, arrojándote de nuevo al paraíso de tu soledad. ¿Mas, se puede estar solo cuando uno ha leído?   

Y soy la madera del árbol que talarán para tu féretro. Tu música de réquiem y tu corona de flores. Tu carruaje oscuro y tu última oración. Soy la cálida tierra que acogerá tus restos y el gusano que se los coma. La campana que te recuerde y el ángel que te haga guardia. Pero no te preocupes, porque también estaré allí para resucitarte. Pues en el fondo, en el fondo, lo que realmente soy, aquello que de verdad y antes que nada soy, no es ni más ni menos que el lado de la tostada que siempre cae hacia arriba.

1 comentario

Hervás -

Un intrincado escrito sobre lo que es la vida, sobre la posibilidad de que la naturaleza, los acontecimientos, tengan un cuerpo, aunque sea místico, y una mente. Quien habla no es una persona, es el devenir de las cosas regidas por la naturaleza de las mismas.