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Filosofía para todos

Escolástica y Nominalismo (DI)

Escolástica y Nominalismo (DI)

En el patio de la universidad de París, algunos años después...

 

A: Ha sido un concierto fantástico. Oyes todas esas voces cantando al unísono, subiendo y bajando tan armónicamente, y te sientes transportado hacia lo divino e infinito de una forma mágica. ¡Qué bello es el canto gregoriano! ¿No os ha parecido hermoso?

 

T: Magistral, sencillamente magistral. Los cantos de estos monjes benedictinos nos abren una ventana por la que poder mirar a la transcendencia.

 

P: Me ha gustado, sí. Como sabéis, aprecio el arte que sabe servir a los dioses, dando una imagen digna y decorosa de los mismos. No puedo soportar a todos esos poetas y artistas de tres al cuarto que ofrecen una imagen degradada y pervertida de la divinidad, confundiendo así a la gente y procurándoles una pésima pedagogía. Por ello tuve que expulsarlos de mi República ideal. Los jóvenes no pueden crecer sanos ni apreciar lo importante que es el honrar a sus mayores, si antes el Estado no ha sabido transmitirles el valor del respeto a los dioses.

 

T: Cierto, muy cierto, sabio ateniense. El calificativo de “arte”, en el sentido propio del término, debería reservarse sólo para las obras cuyo objetivo sea el de aproximarnos a lo que la recta razón y la fe amorosa señalan como Absoluto. ¿O acaso cabe otro fin para el arte que no sea el de guiar a los hombres hacia Dios?

 

LL: Nunca podrá tener aspiración mayor. Y me alegra ver, por otro lado, que coincidimos igualmente en el rechazo de la teoría de la doble verdad. ¿Qué no se dan cuenta de que tanto la fe como la razón son obra de Dios? Entonces, ¿cómo van a contraponerse y descubrir verdades distintas y contradictorias entre sí?

 

A: No pueden hacerlo, estoy de acuerdo. Siempre hemos de partir de la fe, eso es claro, pero la fe no puede ser una fe ciega, no puede ser credulidad sin más: fides quaerens intellectum, la fe busca entender. Y ello no sería posible si la razón no se hermanase a ella y se desviara en su contra. Esa teoría de la doble verdad es un error. Conviene guardarse bien de ella.

 

T: La razón encuentra en la fe una antorcha que ilumina el camino por el que ésta ha de avanzar. La fe es suprarracional, va más allá que la razón, pero nunca pueden ambas entrar en conflicto. Como esto es necesariamente así, puesto que la verdad es sólo una y se encuentra fundamentada en Dios, el dictamen de la fe nos sirve siempre como criterio de verdad: si alguna vez la razón parece decirnos algo distinto de lo que señala la fe, podemos estar seguros de que hemos razonado de forma equivocada.

 

O: Perdonen que les interrumpa, caballeros. Estaba sentado en este banco de al lado y no he podido evitar escucharles. Soy franciscano y siento un gran interés por los temas teológicos, por lo que si ustedes me dan su permiso, me gustaría participar en el coloquio.

 

LL:  ¡Cómo no, querido colega! Pero, por favor, tutéanos, no gastemos en formalidades. Por cierto, yo también soy franciscano, ¿lo sabías?

 

O: A decir verdad, sí. Conozco vuestros trabajos y teorías, muy importantes sin duda, y si he pedido para intervenir es porque quisiera comentaros mi discrepancia sobre algunos puntos de vuestra filosofía.

 

A: Vaya, vaya. Así que te parece que andamos errados en lo que decimos. Pues bien, dinos qué piensas tú...

 

O: Estoy totalmente de acuerdo, naturalmente, en que nada hay más excelso que Dios, de modo que todo relato que no sea respetuoso con el Supremo Creador merece nuestra más severa crítica y censura. Vaya esto por delante para que no hayan malentendidos.

 

T: Celebro que al menos en esto pensemos igual.

 

O: Con todo, siempre he creído que es únicamente la fe la que nos puede aproximar a Dios. La razón lógica sólo es un instrumento del entendimiento, una herramienta con la que nuestra mente trata de acceder al conocimiento, pero Dios es demasiado inmenso para poder ser atrapado por nuestra pequeña razón.

 

T: ¿Seguro que has oído hablar de mis cinco vías racionales en favor de la existencia de Dios?

 

A: ¿Y has pensado bien mi argumento ontológico? La existencia de Dios es derivable de su misma esencia. Deberías saberlo, si dices conocer nuestras teorías.

 

LL: Por lo que apuntas, me parece que no conoces mi máquina lógica convierte-infieles. Lee mi Ars Magna.

 

O: Tengo sobrada noticia de todo ello, pero no lo comparto. El argumento ontológico es muy discutible; T mismo ha dicho en más de una ocasión que no lo considera válido. En cuanto a las cinco vías, cobran un peaje excesivo, pues parten de premisas no evidentes, y otro tanto ocurre con la máquina de LL. Debéis entender que Dios es libertad absoluta y nada puede limitarlo de ninguna forma. Los esquemas racionales suponen límites para el hombre, pero no para Dios. Él escapa a toda razón, dada su infinita omnipotencia. Por ello el único camino hacia Dios es la fe.

 

T: Ojo, no le llevéis la contraria. ¿Habéis visto qué navaja lleva? ¡Eso sí que es un argumento de peso!

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