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Filosofía para todos

Presocráticos (DI)

Presocráticos (DI)

Un treinta de febrero, en ese espacio en el que Aquiles no deja de perseguir a su tortuga...

 

T: Pues, como iba diciendo, me parece que el agua es el principio que subyace a todas las cosas, de modo que la diversidad y multiplicidad que nos muestran los sentidos es reducible a este único elemento, el cual se manifiesta en cada caso según su propio dinamismo.

 

H: Mi querido colega, lamento desilusionarte. Existe un principio común a todo, un arjé, pero no es el agua ese principio, o “lo húmedo”, como dices en ocasiones. Veamos, según tú, lo húmedo origina, al cambiar, el resto de cosas, ¿verdad?

 

T: Así es, ciertamente.

 

H: ¿Y es quizás por calentamiento y enfriamiento de lo húmedo que explicas su dinamismo?

 

T: Me parece claro que el agua líquida, si se calienta, se convierte en aire, y si se enfría, se endurece. Luego es obvio que esto la anima a pasar de un estado a otro.

 

H: ¿Ambos, calentamiento y enfriamiento, no nacen del fuego? ¿No dependen de su mayor o menor presencia? Ahora bien, si el agua es dinámica gracias a la acción del fuego sobre ella, debe reconocerse que es el fuego quien realmente penetra todas las cosas.

 

A: Sin duda, es desacertada la opción del agua. Diría que el arjé ha de ser algo distinto a los elementos corrientes. Apuesto por algo de carácter indeterminado e ilimitado, quizás una mezcla homogénea de agua y fuego, pero también aire y tierra. Este apeiron, al separarse en sus componentes, originaría el cosmos.

 

A*: No sé, lo que planteas es interesante, pero me parece excesivo. Me decanto más por seguir pensando en un elemento concreto como arjé. Quizás el aire...

 

D: Amigos, me temo que si no centramos el problema, la discusión será en vano. Permitid que enfoque el problema adecuadamente. Imaginad el siguiente caso: si tomamos un tablero de madera y lo dividimos por la mitad, y luego cogemos una de las mitades y la dividimos a su vez por la mitad, y así repetidamente, ¿podremos llevar a cabo infinitamente esta operación, o, por el contrario, llegaremos a un punto límite?

 

T: Me imagino que no podremos seguir siempre.

 

D: Así también lo creo yo. Ese punto que nos obliga a detenernos será, por tanto, indivisible, un átomo, y tan pequeño que no será visible. Propongo que penséis en los objetos como colecciones de átomos, reuniones de estas partículas pequeñísimas.

 

H: Curioso planteamiento. Aunque se me ocurre una pregunta. ¿Estos átomos, serían todos iguales? Si fueran todos idénticos, ¿cómo explicarías la diversidad existente? ¿Te parece, acaso, que el agua y el fuego se componen del mismo tipo de átomos?

 

D: No son todos iguales. Los hay de distintos tamaños y formas. Pero todos ellos, sean de uno u otro tipo, son invisibles, indivisibles e indestructibles. Por ejemplo, los del fuego, dada su sutileza, son de forma esférica.

 

T: No está mal la idea, mas encuentro una dificultad. Si cada átomo se encuentra rodeado de átomos, éstos no podrán moverse de ningún modo, de manera que entonces nada podría cambiar. Y sin embargo, que las cosas cambian parece evidente. ¿Qué me dices a eso?

 

D: Veo que no se os pasa ni una. Ciertamente, si los átomos no pudieran moverse, nada podría cambiar, pues todo lo que vemos depende de ellos. Sin embargo,  sí se mueven, gracias al espacio que existe entre ellos. Por eso las cosas varían con el paso del tiempo, pues unas uniones atómicas se forman y otras se deshacen.

 

P: Pero vamos a ver. ¿No se compone el aire también de átomos? Entonces, ¿a qué espacio te refieres?

 

D: Si no se compone de átomos, tampoco de materia. Por tanto, es vacío. Es espacio que no contiene nada y por el cual los átomos se pueden desplazar libremente. Así, los cuerpos se componen de átomos y de vacío. ¿De qué otro modo se iban a poder mover estas partículas si no hubiera espacio libre entre ellas?

 

P: Eso eres tú quien lo tiene que decir, no yo. De todos modos, lo de que exista un espacio vacío de todo ser me parece algo increíble que no se sostiene de ninguna  manera. Ese espacio, que vendría a ser la nada, es inconcebible. Por tanto, no puede existir.

 

D: Pero, sin el vacío, ¿cómo explicarías tú el cambio?

 

P: Para comenzar, no planteo la cuestión de cómo es el mundo físico hablando de esos átomos tan extraños. Por si te interesa, afirmo que el arjé son el fuego y la tierra conjuntamente. No obstante, este mundo diverso y cambiante en el que tanto os fijáis debo señalaros que no deja de ser una realidad aparente e ilusoria. No es este mundo que nos ofrecen los sentidos el que más os debiera interesar, sino aquel al que apunta la razón, pues sólo este último goza de perfección divina. Escuchando a la razón alcanzamos las más altas verdades, y en ellas, no hay cambio alguno.

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