Filosofía Helenística (DI)
Una semana después, en el Jardín más prestigioso de Atenas...
E: Como iba diciendo, me parece que tenías razón al afirmar que hay infinitas partículas indivisibles, cuyas sucesivas reordenaciones en el espacio establecerían el devenir del mundo natural.
D: No puede ser de otro modo. Me reconforta que tu escuela haya sabido valorar mi contribución en este campo. Átomos y vacío son la base de lo real.
E: Espera. Llaman a la puerta. Deben ser los colegas de la stoa. Ya verás, son buena gente, e incluso de mente perspicaz y brillante, pero filosóficamente andan algo despistados.
Z: ¡Hola, qué tal se encuentra hoy mi “jardinero” preferido! ¿Has regado bien a tus alumnos este año?
S: ¡Buenos días, estimado doctor! ¿Qué tal va eso? Veo que tienes compañía. ¿Otra “flor” de tu Jardín?
E: ¡Oye, qué graciosos venís esta mañana! No sé qué pretendéis con semejantes groserías, pero si lo que buscáis es el poner a prueba mi autocontrol, os aseguro que perdéis el tiempo: es a prueba de bombas.
D: ¡Pues el mío no, así que no sé de qué va esto, pero por este camino alguien va a acabar mal! Y decías que eran buena gente. ¡Más respeto!
S: Tranquilízate, no es bueno excitarse así. Apatheia, apatheia... Debes tomarte la vida con filosofía. Piensa que no es propio de hombres sabios el dejarse llevar por las pasiones de esta manera. Calma y paz mental. Vivirás más feliz, ya verás.
D: ¡Será posible lo que hay que oír!
Z: Bueno, perdonad si os hemos molestado. Os ruego aceptéis nuestras disculpas. No queríamos ofender.
S: Lo mismo digo. No os enojéis con nosotros. Y a ti, discípulo: ¿que no te ha hablado tu maestro acerca del valor de la ataraxia? ¿Que aún no te ha dado a probar su valiosa medicina? Pues prepárate, se pasa el día explicando a todo el mundo esas enseñanzas...
E: ¡Vaya con el cordobés! Veo que has venido más animado que de costumbre. Para tu información te diré que mi ilustre acompañante aquí presente no es discípulo mío, sino de Leucipo, y soy yo quien debo a él buena parte de mi filosofía. Así que deja ya ese tono guasón y pasemos a hablar de cosas serias.
D: ¿Serán capaces? ¿Tú crees? No sé, no sé...
Z: ¡Hombre! Por fin conocemos a tu fuente de inspiración. Nos podrías haber dicho quién era de buen principio. Encantado de conocerte. Yo soy Z y él es S. Sabes, hemos oído hablar muy bien de ti. Sin duda, una teoría muy ingeniosa la tuya, aunque hay aspectos de la misma que no acabo de comprender.
D: Gracias, así está mejor. Este tono me gusta más. Se intentará satisfacer vuestra curiosidad. Por cierto, ¿tú no serás el de la tortuga, por casualidad?
Z: No, yo soy de Citio y el de la tortuga era de Elea, un ferviente admirador de Parménides. A mí me gusta más la filosofía de Heráclito. Bien, para comenzar, y si me lo permitís, quisiera que me aclararais un punto de vuestro atomismo que nunca he llegado a entender.
E: Pregunta lo que quieras. Para eso nos hemos reunido, ¿no?
Z: Explicadme pues la razón de esa idea vuestra de que no es sino el azar quien mueve, a fin de cuentas, el cosmos entero. Es absurdo. Me parece claro que existe un logos, una inteligencia cósmica, que dirige el mundo y marca el destino de todos los seres. ¿Cómo podéis pensar que es el azar la causa de los cambios?
D: Nosotros rechazamos eso del “destino”. Nos negamos a aceptar que todo esté ya determinado: no es así. En el cosmos hay indeterminación, y precisamente por ello el hombre goza de libertad para poder encauzar su vida en un sentido o en otro.
S: ¡Vaya libertad! Una libertad que nace del azar es una libertad que no controlas de ninguna manera, de modo que según vuestra teoría, somos libres porque somos impredecibles, pero nada más.
E: Otra forma de libertad no puede existir, puesto que si negamos el azar y pensamos que todo está determinado y el destino ya está escrito, no es posible gozar de libertad. ¿No creéis que estoy en lo cierto?
Z: Ten en cuenta que la presencia de la divinidad en la misma naturaleza hace que ésta siga un orden racional ineludible. Por tanto, el azar es inviable en un mundo gobernado por Dios. La conducta libre y sabia no se puede entender sino como una aceptación de nuestro destino. Mediante nuestra razón, sintonizamos con la Mente del Cosmos, asumimos el orden natural que de ella emana y desarrollamos un carácter imperturbable que nos permite una vida equilibrada y feliz.
E: ¡Cuántos errores hay en vuestra filosofía! ¿Seguro que no os queréis apuntar a mi escuela? Os vendría muy bien, y este mes tenemos unas ofertas sensacionales.
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