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Filosofía para todos

Renacimiento (DI)

Renacimiento (DI)

Paseando por los jardines del Vaticano, algunas primaveras después...

 

G: ¡Ostras tú! Mirad hacia allí! ¡Cuánta gente! ¡Si son más de cincuenta! ¿Quénes son?

 

K: ¿No lo sabes? Los ha llamado Rafaello, aquel pintor que no hace mucho llegó de Florencia y que últimamente está tan de moda. Se ve que quiere pintar una de las paredes de una sala de aquí el Vaticano, recogiendo una representación de los grandes pensadores clásicos, especialmente del mundo griego.

 

C: Sí, es cierto. Me parece que quiere simbolizar el espíritu intelectual que anima la investigación filosófica y científica. Por eso ha juntado tan ilustres personajes. Queréis que nos acerquemos, a ver cómo va la cosa?

 

G: De acuerdo. Me gustaría conocerlos. He leído muchas obras de la mayoría de estos pensadores y me haría gracia comentar con ellos sus teorías. ¡Vamos!

 

(A unos cuantos metros de distancia, en una escalinata en la que se encuentran posando los filósofos, siguiendo las indiciaciones de Raffaello...)

 

R: No os mováis, todo el mundo quieto. Por fin. Ahora está cada uno en la posició idónea, perfecto, sí señor. Por favor, aguantad un ratito así, mientras hago un borrador. Será sólo cuestion de un par de horas.

 

P: ¡Qué dices! ¿Te crees que aguantaré tanto rato con el dedo señalando hacia arribat? Y seguro que después del borrador, todavía pretenderás que volvamos a posar para realizar el fresco definitivo. Escucha, ¿por qué no pintas directamente en la pared que hayas de pintar y ya está? Ganaràs tiempo, y a lo mejor nosotros también.

 

D: Ya tenemos al gran sabio dando indicaciones. Mira Aristocles, por mucho que seas el fundador de la primera escuela de Atenas y todo eso, aquí tú a callar y a aguantar como todos. Y ya que eres tan listo, deberías saber que la cámara de la Signatura del Vaticano, que es el lugar donde ha de pintar el fresco, es bastante pequeña, y aunque pudiésemos entrar todos, Raffaello no podría alejarse lo suficiente de nosotros para poder vernos con la perspectiva adecuada. Por eso ha de tomar notas aparte. ¿Vale, quejica? Y tranquilo, que con el borrador que hace ya nos ha dicho antes que tendría suficiente y no tendríamos que volver a posar. ¿Contento?

 

P: ¡Hombre!, tenía que saltar el perro, ¡cómo no!. Claro, como a ti te han colocado bien cómodo en el suelo, no te importa estar así el tiemps que sea. Además, como ése ya es tu lugar natural... Estos cínicos me hacen salir de mis casillas. Eres aún peor que Antístenes.

 

R: Venga, por favor. No discutáis, que si lo hacéis comenzáis a moveros y así todavía tardaremos más. Siento que algunos de vosotros tengáis que mantener una postura difícil e incómoda, pero ha de ser así. Sólo quiero que adoptéis una posición que sea representativa de vuestra filosofía. En tu caso, piensa que no es casual que con el dedo hayas de señalar hacia arriba: estás indicando la situación del mundo de las ideas.

 

A: Ja, ja. Lo siento, maestro. Si no hubieras colocado las ideas en un mundo separado, no tendrías ahora que estar de esta manera. De todos modos, no te creas. A mí, como quiere simbolizar mi afirmación de que las ideas se encuentran en las cosas de nuestro mundo y no en otro, me hace tener el brazo estirado hacia delante y con la mano mirando hacia abajo, y tampoco es muy cómodo que digamos. Para más suplicio, a los dos nos toca aguantar un libro.

 

S: Eso os pasa por escribir tanto. Si hubierais seguido mi ejemplo, ahora no tendríais que aguantar estos dos tochos tan gruesos como son Timeo i la Ética.

 

A: Perdona estimado tábano, pero seguramente si tu discípulo no hubiera recogido por escrito tus diálogos, ahora no estarías aquí posando con todos nosotros, ¿no te parece?. Así que ya le puedes dar las gracias, en lugar de criticarlo.

 

R: No os quejéis tanto... Si os pongo aguantando un libro, es como reconocimiento de su gran importancia, y a la vez, de la vuestra como autores de los mismos. Además, os coloco en el centro. Es más, todas las líneas del espacio tridimensional que estoy perfilando van a confluir sobre vuestras cabezas. ¿Cómo lo veis?

 

C: Escucha Raffaello, perdona la intromisión, pero, con todos los respetos, ¿no sería mejor poner en el centro a Aristarco de Samos, en lugar de a estos dos? No es que piense que no sean importantes, claro que no. De hecho, siempre he sido un admirador de la teoría de las ideas, pero ambos la pifiaron al situar la Tierra en el centro del Cosmos y decir que no se movía, cuando lo cierto es que el centro es el Sol y la Tierra gira en torno a él. Y esto sólo uno de los clásics lo supo ver: Aristarco de Samos. Por haber descubierto el auténtico centro del Mundo, merece ocupar él dicho lugar.

 

PT: ¡Pero qué sandeces son éstas! ¿Qué no sabéis que todo gira en esferas circulares alrededor de la Tierra? ¡Cuánta ignorancia, Dios mío!

 

K: Perdona que te corrija, pero las órbitas no son circulares, sino elípticas. Te lo puedo asegurar.

 

G: Tenéis suerte. He traído conmigo mi telescopio, que os ayudará a entender muchas cosas. Con él podremos ver lo que sucede a muchos miles de kilómetros. Preparáos.

R i companyia: ¿Pero se puede saber quiénes sois vosotros? 

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